Francisca (Encinas Reales, 3 de febrero de 1925) es una mujer con un siglo de vida, la más longeva de todo el municipio de Encinas Reales. A lo largo de estos cien años, ha sido testigo de innumerables cambios y aún conserva en su memoria un sinfín de historias que dibujan la evolución de su pueblo. Con una lucidez admirable y sorprendente, abre las puertas de su casa para compartir sus recuerdos, anécdotas y reflexiones de un siglo de vivencias.

Pregunta: ¿Cómo se siente al haber llegado a los 100 años?                                        

Respuesta: Me siento bien. Un poco extraña.

P: ¿Y al ser la persona más longeva del pueblo?

R: Pues me dicen que lo soy, pero yo no lo sé.

P: ¿Cuál cree que ha sido el secreto para una vida tan larga?

R: Yo no he hecho nada diferente de lo que hacen los demás. No me he cuidado de una manera especial. No he estado sentada en una silla toda la vida. He estado “trapicheando” unas veces en unas cosas y otras veces en otras.

P: ¿Qué es lo que más valora de su vida?

R: La amistad. También a mi familia y mi hija los aprecio mucho y he hecho todo lo que he podido por ellos.

P: ¿Podría contar algún recuerdo especial de su infancia?

R: Sí, de mi padre. Y de mis hermanos también, siete hermanos hemos sido.

P: ¿A qué jugaban los niños en su época?

R: Unas veces a pelearnos y otras a estar bien [risas].

P: ¿Cómo era la educación cuando usted era niña?

R: Bastante mejor que ahora [risas].

P: No, me refiero a la escuela.¿Tuvo acceso?

R: No tuve. Vivía en un cortijo. Yo me enseñé a leer y escribir por mis hermanos, que eran mayores que yo. Ellos tenían maestro y lo que les enseñaba me lo explicaban a mí. Cuando se fueron a la guerra, tuve que aprender para poder leer sus cartas.

P: ¿Qué comidas eran tradicionales en su casa?

R: El pan en aceite [risas]. Como vivía en el campo, podía comer de lo que pillaba. Me gustaban mucho la sandía y el melón.

P: ¿Cómo era la vida antes en comparación con ahora?

R: La vida de ahora no se puede comparar con la de antes. La de antes era mejor. Estaba más moderada y más civilizada.

P: ¿Incluso en los tiempos de guerra?

R: En los tiempos de guerra era sufrir nada más, pero no nos llevábamos tan mal como ahora.

P: Es famosa en el pueblo por quitar verrugas. ¿De dónde le viene ese don? ¿A qué edad empezó a hacerlo?

R: No me di ni cuentas. Empezaron a decirme: “Aquí tengo una pupa. Cúramela, cúramela…”. Y yo, como niña, las curaba. Empecé a los 7 años o por ahí. A partir de que quité la primera verruga, la gente ya me decía: “Quítame esto, quítame lo otro”.

P: ¿Te has dedicado a esto? ¿Qué oficios has tenido?

R: He tenido muchos trabajos. Desde que he tenido edad de hacer algo, he estado trabajando. Con 11 años empecé a ir a las aceitunas, empecé a segar trigo y cebada…En el campo lo he hecho todo y en la casa también. De las verrugas nunca he sacado nada, no me he llevado dinero por eso.

P: ¿Cuándo abandonó su vida en el campo y se vino a vivir al pueblo?

R: Cuando me casé dejé el cortijo. Con la bicicleta de mi marido hicimos la mudanza. Aquí en el pueblo he trabajado en muchas cosas: en el campo, cosiendo para El Corte Inglés, he llevado mi casa, hacía matanzas por las casas…

P: ¿A qué edad te jubilaste?

R: Me parece que no estoy jubilada [risas]. En teoría, me jubilé a mi edad, pero yo he estado cosiendo hasta después de los 80 años y llevando la casa y haciendo los “mandaos”. Cuando llegó la pandemia, dejé de salir a la calle. He trabajado mucho y ahora me aburro [risas].

P: ¿Qué haces en tu día a día?

R: Paso los días sentada en una silla y se está más malamente [risas]. Puedo moverme por la casa, con mi hija detrás, pero no me levanto ni salgo de mi casa.

P: ¿Cómo ha cambiado el pueblo en estos 100 años?

R: Me gustaba más el pueblo antes. Había más cariño y más querer.

P: ¿Cómo es tu relación con tus vecinos? En tu cumpleaños tenías la casa llena.

R: Mi cumpleaños estuvo muy bien. Tengo buenos vecinos. Cuando mi hija tiene que ir a algún sitio, siempre se ofrece alguno para quedarse conmigo.

P: ¿Qué costumbres o tradiciones se han perdido con el tiempo y cuáles le gustaría que se recuperaran?

R: Echo muchas de menos. Por ejemplo, cuando yo me vestía de tarara, algo que ya no se hace. La costumbre de dejar las puertas abiertas o los porrones en San Blas. Recuerdo que solo tenía regalos de Reyes Magos cuando mis padres tenían dinero. Algunos regalos que me vienen a la mente son una “ollita” o cosas para coser.

P: ¿Qué opina de cómo ha cambiado la vida de las mujeres en estos 100 años? ¿Cómo ha evolucionado su papel?

R: El papel de la mujer ha mejorado, la vida de mi hija ha sido mejor que la mía.

P: ¿Qué hobby ha tenido a lo largo de su vida?

R: Me gustaba mucho leer. Aprendí en 10 o 12 días. Le leía a mi madre novelas, buscábamos libros prestados. Me gustaba mucho la novela “Ama Rosa”. Le decía: “¡Mamá vamos a leer, vamos a leer!”. Yo leía y ella escuchaba. Le pedía los libros a mucha gente, por ejemplo, a Antonio el de Miguelache, que era guardia civil. No había bibliotecas.

P: ¿Cuántos hijos, nietos o bisnietos tiene?

R: Tengo una hija, dos nietos y dos bisnietos.

P: ¿Cuál es el recuerdo más bonito que tiene con su familia?

R: Tengo muchos recuerdos con mis nietos porque yo me quedaba con ellos o los llevaba a las excursiones porque mi hija estaba trabajando. Se han criado conmigo.

P: Si pudiera darle un consejo a las generaciones jóvenes, ¿cuál sería?

R: Que se quieran más y que miren más unos por otros.

P: ¿Cómo le gustaría que la recordaran en su pueblo?

R: Tal como soy.

 

 

Entrevista realizada por: Mario Ramírez Arjona